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Oro
Felipe Calderón tiene la llave para abrir las puertas de un gran acuerdo con el PRI: avalando y ratificando lo pactado con Peña Nieto.
Enrique Peña Nieto acierta en su artículo publicado el martes pasado: "El Estado democrático necesita mayorías para ser eficaz. Sin mayorías, se pierde la capacidad de decidir y transformar, lo que termina por erosionar la capacidad de gobernar" (El Universal, 16/III/10).
Acierta, también, al advertir que ni la segunda vuelta en la elección presidencial -empatada con la elección de legisladores- ni la ratificación del gabinete -como lo propone Beltrones- garantizan de manera absoluta la formación de mayorías legislativas.
A partir de ese diagnóstico, el gobernador del estado de México explora dos fórmulas alternativas: 1) Eliminar el límite de 8 puntos porcentuales a la sobrerrepresentación legislativa inscrita en la Constitución desde 1996, que se ha convertido en una barrera institucional para la formación de mayorías.
2) Establecer un candado de gobernabilidad para otorgarle mayoría absoluta en la Cámara de Diputados (50 por ciento más uno) al partido que obtenga una mayoría relativa de 35 por ciento o más de la votación.
Enrique Peña Nieto retoma, así, la propuesta que hice en "La oportunidad" (Reforma, 12/IX/09) y el excelente ensayo de José Córdoba, "Para gobernar México" (Nexos, diciembre, 2009). Su planteamien- to es particularmente oportuno porque la probabilidad de que el PRI acepte la segunda vuelta en la elección presidencial ha quedado sepultada.
La estrategia de las alianzas PAN-PRD en Durango, Oaxaca y, muy probablemente, Hidalgo ha encendido los focos rojos entre los priistas. No sólo porque temen que ese esquema pudiera repetirse en el 2012, sino porque dan por descartado que ésa será la línea en el 2011 en el estado de México.
Pero independientemente de las alianzas, los priistas intuyen y saben que la segunda vuelta, al polarizar al electorado, puede concentrar el voto de castigo en su contra. Basta imaginar que los electores panistas, perredistas e independientes fuesen unificados bajo una sola consigna: ¡No al regreso del PRI a Los Pinos!
En cuanto a la iniciativa Beltrones, hay que llamar a las cosas por su nombre. La ratificación del gabinete por el Senado de la República puede tener varias ventajas, pero no es un mecanismo para formar mayorías legislativas ni para dar paso a los gobiernos compartidos.
En consecuencia, la única alternativa viable para formar mayorías legislativas pasa por los mecanismos propuestos por Peña Nieto. Pero además, el candado de gobernabilidad es perfectamente compatible con las iniciativas del PRI y del PAN de reducir el número de diputados a 400 y el de senadores a 96.
Las ventajas de la cláusula de gobernabilidad se pueden documentar históricamente. Vicente Fox y Felipe Calderón hubieran alcanzado la mayoría absoluta en el 2000 y en el 2006. Con lo que se habrían incrementado sus probabilidades de éxito y su obligación de gobernar con mayor responsabilidad.
Hacia el 2012 no hay más que dos alternativas: o se rompe la inercia que viene desde 1997, cuando el PRI perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, o el próximo presidente de la República, independientemente de su filiación, enfrentará los mismos problemas que Ernesto Zedillo -en la segunda mitad de su mandato-, Vicente Fox y Felipe Calderón.
Las condiciones y los elementos para una gran negociación están al alcance de la mano. La oportunidad es, en sentido estricto y literal, de oro. Desaprovecharla sería una grave irresponsabilidad. En este toma y daca todos pueden salir ganando.
El objetivo general y más importante de la reforma política es compartido casi por todas las fuerzas políticas, pero particu- larmente por Acción Nacional y el PRI. Am- bos partidos han experimentado el impa- sse legislativo y las dificultades de negociar con un Congreso fragmentado.
Además, hay incentivos específicos para los actores más importantes. El senador Beltrones no tendría ninguna dificultad en apoyar la cláusula de gobernabilidad a cambio de que pasaran al- gunos puntos fundamentales de su iniciativa. Pienso en dos fundamentales: la reelección de legisladores y la ratificación del gabinete.
El gobernador del estado de México, que cuenta con una bancada muy importante en la Cámara de Diputados, no necesita ser convencido de la bondad de su propia propuesta, toda vez que se asume como el precandidato más fuerte en el interior del PRI.
Pero hay más. En el camino hacia la elección presidencial, Peña Nieto tiene su propia ruta y problemas. El momento crítico serán los comicios para gobernador en el estado de México. Si la coalición PAN-PRD se reedita en el 2011 y derrota al PRI, sufrirá un severo golpe. Su prioridad es salvar esa coyuntura.
De ahí que haya exigido una fe notarial del acuerdo que suscribieron Beatriz Paredes y César Nava para conjurar las alianzas PAN-PRD en el estado de México. Lo ocurrido recientemente echó por la borda ese pacto. Sin embargo, nada está perdido en forma definitiva. Además, habrá que esperar los resultados de las alianzas del 2010.
Pero independientemente de lo que suceda este año, Felipe Calderón tiene la llave para abrir las puertas de un gran acuerdo con el PRI. ¿Cómo? Sumándose a la tesis del candado de gobernabilidad y sacando el as que tiene bajo la manga: avalar y ratificar con Peña Nieto y el PRI el pacto de que no habrá alianzas en el estado de México.
¿Qué obtendría a cambio Calderón? Éxito. A lo que podría agregar dos o tres puntos de su iniciativa que considere fundamentales.
Pero para que eso ocurra el presidente de la República tiene que tener muy claros sus objetivos y su estrategia. La mesa está puesta. Ojalá no desperdicie la oportunidad. Es, como ya dije, de oro.
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