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•”Papá gobierno”, la tara histórica • Crimen de ineficacia, el del gobierno
Desde la misma tarde del pasado jueves —cuando aún no concluía la visita presidencial a Ciudad Juárez—, en comederos políticos comenzó a tomar forma un debate que hoy parece detonado.
Y es que más allá de filias y fobias —de los odios políticos alentados por los amarillos que hoy retozan bajo las sábanas de la alianza con azules—, poco a poco aparecen las voces sensatas que alertan sobre la estupidez que parece atrapar a una sociedad agraviada por la violencia y el crimen crecientes —además del alza geométrica en el consumo de drogas—, que no toca ni con el pétalo de una crítica a los criminales y barones de la droga, pero lincha rabiosa al gobierno federal.
¿Quién es culpable de la violencia criminal, venta de drogas, de los crímenes desatados a causa del tráfico de enervantes, de la disputa de plazas y rutas? ¿Quién es culpable de las ejecuciones por deudas o disputas del narco; de levantar y ejecutar; de mandar matar a civiles, periodistas, a los muchachos como los asesinados en Juárez?
Para todo el que quiera abrir los ojos, evaluar con sensatez y sin el lastre del odio desatado luego de julio de 2006, la respuesta es elemental. Los responsables intelectuales de la violencia y de los miles de muertos son los jefes de los cárteles de la droga, del crimen organizado. Y los autores materiales son los sicarios al servicio de esas bandas.
Si tenemos claro en manos de quién está el negocio de la droga y las actividades del crimen organizado; quién compra de manera ilegal las armas, quién entrena y paga a los sicarios, y quién convirtió la actividad criminal en una fuente de trabajo para miles de jóvenes, entonces podemos formular la pregunta medular. ¿Por qué entonces nadie critica rabioso a los narcos y criminales, por qué no se organizan manifestaciones contra los narcos, por qué no denuncia cada ciudadano lo que sabe del negocio del crimen..?
Pero la pregunta va más allá. ¿Por qué ciudadanos, gobernantes, líderes políticos y hasta medios se suman al linchamiento del gobierno federal —que es el único que ha enfrentado a los criminales—, en lugar de sumarse todos para linchar a los criminales? ¿Quién dispara las balas criminales, quién vende la droga, quién se lleva las ganancias millonarias a costa de la inseguridad y de miles de vidas?
No dispara el Presidente, ni su secretario de Seguridad Pública, ni el titular de la Sedena o de la Marina, ni el responsable de Gobernación —a quien un puñado de desesperados insultó al llamarlo “asesino”—; no, las balas vienen de las manos de narcotraficantes, criminales organizados, de sus sicarios y matarifes a sueldo. ¿Por qué el malestar ciudadano no se canaliza contra los criminales y sí contra el gobierno federal?
El debate se desató el mismo jueves, ya el viernes rondaba las mesas de los comederos políticos, y ayer lunes llegó a los medios. Carlos Marín y Carlos Ramírez; Héctor Aguilar Camín y Ciro Gómez Leyva, entre otros, se encargaron de empujarlo. Y no faltarán los fanáticos que digan que se defiende al gobierno de Calderón —como si defender las libertades de pensamiento y expresión tuviera militancia—, cuando lo cierto es que se trata de un debate realmente de fondo.
Y es que nos guste o no —queramos verlo o no—, buena parte de la sociedad mexicana es heredera de esa “tara histórica” del “papá gobierno”. Es decir, aspiramos, creemos, imaginamos y reclamamos que todo —y todo es todo—, sea resuelto por “papá gobierno”. Está claro —y sería tonto negarlo—, que el gobierno de Calderón ha cometido graves errores en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado; que el Ejército ha cometido abusos y que casi todo el sistema de justicia es ineficaz y corrupto. En esa lógica, el crimen de Calderón, de su gobierno y de todo el Estado, sería un crimen de ineficacia, de no hacer bien el trabajo encomendado por los ciudadanos.
Y sin duda, que el de la ineficacia es un crimen grave. Pero resultaría igual de grave la estupidez social que lincha al gobierno ineficaz, antes que a los responsables de la ola criminal, de violencia y de estimular la espiral de consumo de drogas. Pero hay más. ¿Qué no tienen una mayor responsabilidad los alcaldes, los gobernadores, los legisladores, jueces, policías, agentes del MP..? ¿Por qué a todos la sociedad agraviada no les mienta la madre, les escupe, intenta cachetearlos?
Cuando la sociedad lincha al gobierno que combate al narcotráfico y al crimen organizado, cuando escupen a Gómez Mont, cuando rechazan al Ejército y les gritan asesinos a los gobernantes, en realidad esos ciudadanos hacen el trabajo sucio de los criminales y narcotraficantes. Y por cierto, el crimen de la ineficacia alcanza por igual a azules, tricolores y amarillos. Nadie se salva.
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