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DE ORDEN SUPERIOR

 
 
   
 

De Orden Superior

La guerra relámpago de Galván y Saynez

February 23, 2010

Durante más de cinco horas, tiempo que se extendió la reunión entre los secretarios de la Defensa  Nacional (Guillermo Galván), de Marina (Mariano Francisco Saynez), de Seguridad Pública (Genaro García Luna), de Gobernación (Fernando Gómez Mont) y el titular de la PGR (Arturo Chávez) y legisladores federales el martes de la semana pasada, los militares no dieron su brazo a torcer en insistieron en que las acciones castrenses eran las adecuadas para un escenario violento como el de Ciudad Juárez.

El problema, dijeron a los senadores reunidos con ellos en la calle de Donceles, en el Centro Histórico, radica en dos aspectos fundamentales: la falta de coordinación y cooperación entre instituciones de seguridad para combatir al narco, y la negativa de la sociedad juarense a involucrarse a fondo en las denuncias y en el proceso de restauración de valores y rescate de espacios públicos ganados por el narco.

Ese fue el mensaje del General Galván, como voz cantante y secretario sobre quien se centró la mayoría de las preguntas en torno al fracaso de la lucha antinarco en Ciudad Juárez, del incremento sustancial de la violencia en los dos últimos años, de la fusión de los ocho principales cárteles en dos bloques o federaciones del crimen organizado, del incontrolable tráfico ilegal de armas de fuego de grueso calibre desde los Estados Unidos y Centroamérica hacia México, y de los constantes esfuerzos gubernamentales pero de poco alcance para vulnerar las finanzas de las organizaciones criminales, corazón de una actividad que tiene en el lucro a gran escala su principal razón de ser.

Esta parte fue respondida por el procurador Arturo Chávez en una suerte de intercambio de razonamientos para justificar la difícil que es penetrar las redes financieras del narco y lo imposible que aún más resulta penetrar en el curso de una indagatoria a la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) y a la Asociación de Banqueros de México (ABM) para averiguar hasta dónde llegan las raíces del lavado de dinero de grandes ligas, a escala empresarial.

Tal es el caso de Peñoles, consorcio minero cuyas oficinas en Polanco fueron infructuosamente rodeadas a finales del año pasado por fuerzas especiales de Marina para llevar a cabo un cateo en busca de archivos, datos, cifras, cuentas, números, depósitos y nombres, nombres, nombres en el marco de una investigación detenida con amparos que impidieron extraer el material cuyas pistas brotaron en el norte del país y las costas del Pacífico mexicano.

Meses más tarde, uno de los grupos de Fuerzas Especiales de Marina que hicieron acto de presencia para apoyar al Ministerio Público de la federación en el cateo fallido a Peñoles integraron la fuerza de choque que penetró a los condominios Altitiude, en Cuernavaca, Morelos, el día en que Arturo Beltrán fue acribillado cuando salía de su departamento del segundo piso, desarmado y sin parque.

García Luna se dio a la tarea de mostrar y defender los logros de su gente, sus cifras y el potencial de su centro de inteligencia en Iztapalapa. También detalló el nuevo despliegue de casi 4 mil federales en Ciudad Juárez y las ventajas del patrullaje a discreción, basado en inteligencia, para frenar a los asesinos de La Línea (cartel de Juárez) y de la Gente Nueva (cartel de Sinaloa).

El Almirante Saynez argumentó con hechos la capacidad de su gente para desarrollar operaciones de alto impacto, ponderó las relaciones de alto nivel con sus pares norteamericanos y los frutos que de ello han surgido en la era calderonista.

Repasó con los senadores una parte de la estrategia de escucha silenciosa que especialistas de la Marina llevan a cabo sobre 154 embarcaciones y una decena de agrupaciones y cooperativas pesqueras en Sinaloa, Sonora, Colima y Michoacán, con resultados positivos y de largo aliento.

Militares, navales y policías insistieron en que lo importante ahora es recomponer el tejido social para recobrar la confianza y cohesión de la ciudadanía en quienes deben defenderla. De cualquier forma, la percepción de los senadores fue unánime: persiste la descoordinación, se adolece de acciones y resultados a fondo y sobre todo de una estrategia integral para combatir a un crimen organizado que se percibe fuerte, escurridizo, de muy fácil recomposición y con una inagotable capacidad corruptora.

Sobre este punto y sobre la fracturada estrategia policiaco-militar del gobierno de Felipe Calderón, un personaje de la milicia como el General en retiro Carmelo Terán Montero, quien encabeza el Centro de Análisis y Opinión de Militares en Retiro (CAOMIR), coincide al explicar que la tropa fue enviada apresuradamente a puntos como Ciudad Juárez sin un trabajo previo, detallado, a fondo y sólido de inteligencia.

Haberlo hecho así les hubiera redituado en acciones distintas, de mayor penetración y creado escenarios menos complicados de manejar en cuanto a la respuesta violenta del narco. Pero las cosas no sucedieron así y la descoordinación se sumó a la reacción violenta de narco que alcanzó no solo a sus rivales callejeros, sino también a gente inocente.

El General Terán, famoso entre otras cosas por haber encabezado en una primera etapa a la Fuerza de Tarea Arcoíris (FTA) en Chiapas (en el Agrupamiento Terán), diseñada para aplastar al zapatismo en 1994, sostiene también que el resultado era de esperarse y que ahora el peligro radica en que los mismos personajes que nos metieron en este problema, amenazan con regresar.

BALCANIZACIÓN, COLOMBIANIZACIÓN, ¿QUÉ SIGUE?

Ahora, el general secretario ha dicho que una guerra prolongada al narco no conviene a nadie, ni a las fuerzas armadas, ni a la sociedad, porque uno de los riesgos está en la posibilidad de que la violencia se generalice, de que se haga costumbre y con ello se extienda no solo en espacio, sino en tiempo e intensidad.

El verdadero peligro que enfrentaría el país reside en la balcanización o colombianización de la lucha contra el crimen organizado, en una dinámica de desgaste en la que hoy por hoy es imposible señalar quién va ganando, cómo, por qué, en dónde, con qué y hasta cuándo.

Es, como lo ha señalado Raúl Benítez Manaut, el frágil escenario de un empate técnico. Esto no hace sino complicar en realidad las cosas al empeñar, por parte del Estado mexicano, más recursos de todo tipo en una lucha que tiende a regionalizarse y a partir al país en dos o más frentes, extendiendo y complicando la respuesta policiaco-militar al fenómeno.

Galván sostiene que la guerra contra el narco no debe prolongarse. Sabe muy bien que los recursos del Estado tiende a agotarse en una primera etapa, para luego elevarse enfocados en la agenda de la seguridad, dejando de lado temas prioritarios como el campo, la educación, la salud, el empleo, las finanzas, etc.

Galván sabe que la balcanización de la lucha antidroga hace más vulnerables a las fuerzas armadas, las expone aún más a la corrupción, las mueve al abuso, al exceso en la medida en que el narco se vaya enraizando más en las capas sociales. Es decir, el tiempo obraría a favor del crimen organizado y los militares no solo actuarían en varios frentes –como en Colombia– sino que en el mediano plazo estarían ante el escenario de una intervención directa o indirecta de los Estados Unidos para controlar el desorden en su patio trasero.

La posibilidad es real. Caspar Weimberger, ex secretario de Defensa norteamericano previo esto en su libro The Next War, un texto que presentaba en los años noventa diversos escenarios mundiales de desestabilización que afectarían a los Estados Unidos en varios puntos de planeta.

No de ellos era México, país cuyo hipotético régimen izquierdista acababa derrumbado ante el poder de los cárteles de la droga.

En ese juego de guerra propuesto por Weimberger, las fuerzas norteamericanas terminaban por invadir México ante la ola de violencia e inestabilidad generada en la frontera común.

El General Galván urge ahora una estrategia nueva, un recambio que posibilite golpes contundentes, devastadores a las estructuras del narco.

Colombia, actual paradigma continental del éxito (desintegración de los cárteles de Cali y Medellín) y el fracaso (Plan Colombia, auge de grupos paramilitares, de autodefensas y bandas de secuestradores e inagotable fuente de cocaína para todo el planeta) no pudo hacerlo en cuarenta años de enfrentamientos en todos los niveles de lucha, con o sin la presencia de Rangers, de la Fuerza Delta, de los Marines y sus instructores, del Bloque de Búsqueda y de toda clase de mercenarios de aquí y de allá.

Perú y Bolivia siguen siendo extensiones de la maquinaria de los carteles colombianos, con o sin la creciente presencia de embajadores mexicanos de los Zetas, del Golfo, de Sinaloa, de Michoacán.

¿Cómo, cuándo y con qué pretenden el General Galván, el Almirante Saynez, los secretarios García Luna y Gómez Mont y el procurador Chávez darle golpes definitivos al narco?

¿Deveras tienen estos funcionarios, comenzando por el General Galván, la clave, el secreto como para hablar de la necesidad de que la guerra sea corta, que no se prolongue más?

Por lo pronto será la próxima semana cuando los senadores y los secretarios se reúnan de nueva cuenta para que los primeros contesten al abultado cuestionario formulado por los legisladores en aquella reunión que generó muchas más dudas que respuestas.

Vale agregar que durante el encuentro, la palabra prohibida, la idea innombrable fue la de “fracaso” cuando la agenda legislativa cuestionaba lo ocurrido durante este sexenio tan sólo en Ciudad Juárez.

Ni los senadores se atrevieron a abundar en el tema y mucho menos a manejarlo bajo esa óptica.