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EL GENERAL GALVAN Y LA MASCARA DE KABUKI
El búho americano
George W. Grayson
2010-02-21 | Milenio semanal
Generalmente una declaración del secretario de la Defensa mexicano parece una danza Kabuki. En la
clásica y altamente estilizada danza japonesa, el artista expresa su sentido al levantar una ceja,
mover su abanico o ladear la cabeza. El titular de la Sedena, general Guillermo Galván Galván,
durante el 97 aniversario de la Marcha de Lealtad el pasado nueve de febrero, habló con gran
sutileza sobre el rechazo en México a la élite política que actúa en su propio beneficio. No intentó
ocultar su desencanto por los funcionarios públicos: “Entendemos que el poder político es complejo y
acumula varios intereses propios de su naturaleza, formas y fines. No obstante, en todo momento y
circunstancia es necesario anteponer el apego nacional”.
Advirtió luego a aquellos que buscan dividir a los miembros de las fuerzas armadas en el aire,
en tierra o en el mar que “jamás habrá discordancia entre quienes tenemos la misma cuna, la misma
forja y un mismo horizonte: México”, lo cual refleja un franco enojo. Para empezar, en ausencia de
una fuerza policial limpia y eficiente, Los Pinos despachó al Ejército a luchar contra los
narcotraficantes. Combinado con un sistema de inteligencia extremadamente inadecuado, esta orden
resultó en más de mil denuncias sobre abusos contra los derechos humanos, y Diego Valadés, ex titular
de la Procuraduría Genera de la República (PGR), afirma que el involucramiento de los militares en
la guerra contra las drogas viola el artículo 21 de la Constitución, donde se especifica que la
seguridad pública recae en el dominio de la autoridad “civil”.
Las relaciones del general Galván se enfriaron con la embajada de EU luego que el Embajador
Carlos Enrique Pascual declaró que el Ejército “no está entrenado para tomar el papel que tiene ahora”.
La Sedena también está inconforme con la elección de Raúl Plascencia Villanueva como presidente de la
Comisión Nacional de Derechos Humanos, porque éste se ha manifestado a favor de llevar a juicio a
personal uniformado ante tribunales civiles, anatema para Galván y sus colegas.
El continuo desplazamiento del Ejército en Ciudad Juárez, que se ha convertido en el campo de asesinatos
de México, también causa escozor entre los militares. Oficiales de alto rango no ocultan su desconfianza
en torno al secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, con quien Galván tiene frecuentes
enfrentamientos. García Luna promueve una sola Fuerza Policial Nacional y muchos militares están
convencidos que una agencia como ésa absorbería fondos del presupuesto de la Defensa, requeriría
entrenamiento de la policía militar y posiblemente caería presa de la corrupción y un bajo profesionalismo.
Pero quizá lo que más irrita al Ejército es el golpe asestado a mediados de diciembre del año pasado
contra Arturo Beltrán Leyva por la Infantería de Marina. Que el comandante de la 24 Zona Militar en
Cuernavaca ignorara la presencia de Beltrán Leyva en la ciudad no ayudó a suavizar en nada el escozor
del Ejército. El exitoso ataque contra el capo elevó la estrella de la Marina en los ojos de los mexicanos
y de los cuerpos de seguridad de México y EU. Al manifestar que “bajo las órdenes de nuestro comandante
supremo, marinos y soldados nos mantenemos unidos, atentos y disciplinados que implica servir a la Nación”,
el secretario de la Defensa utilizó la máscara de Kabuki, que esconde un enojado semblante ceñudo.
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