Pareciera que desde finales de los 70 nos quedó la maldición de López Portillo, y los gobiernos se convirtieron en derrochadores
Cuando se ven los detalles de las cifras que preparó el Instituto Mexicano de la Competitividad (Imco) y, específicamente, Juan Pardinas, a propósito de la crisis fiscal, no hay de otra más que concluir que al País le cayó la maldición de López Portillo: nuevamente echamos por la borda la abundancia en esta década.
Quizás usted se pregunte: "¿Cuál abundancia? Porque yo no la vi". Pues precisamente allí está el problema.
El Imco calculó el presupuesto federal por habitante en México. Cuando Fox llegó al gobierno y se renovó la esperanza, el monto era de 14 mil 283 pesos (a precios de 2009).
Cuando se fue, con la frustración consumada, era de 19 mil 191 pesos.
Y ahora, en este año, con todo y sus recortes, el presupuesto federal toca de a 24 mil 620 pesos por persona.
Esto significa un aumento real de 72 por ciento en 9 años o, si lo quiere ver de otra manera, un crecimiento de 6.2 por ciento al año en términos reales.
Son contadas las empresas que han tenido este crecimiento, lo que pareciera indicar un gran éxito en el Gobierno.
A la hora de ver el gasto público, pareciéramos ser alguna de las economías más dinámicas del mundo.
La maldición de López Portillo consiste en que esta abundancia de dinero público se fue a la coladera.
La diferencia entre lo que gastó el Gobierno de Zedillo durante su último año y lo que se gastará en este 2009, con todo y los recortes, es de 800 mil millones de pesos a precios actuales.
Pero, si sumamos los recursos adicionales que se obtuvieron, no sólo en éste, sino en todos los años previos, respecto al año 2000, la cifra espanta: son 2 billones 788 mil millones de pesos a precios de 2009.
Con tal cantidad de dinero adicional en manos del Gobierno, podríamos haber esperado que se hubiera construido otro país, mucho mejor que el que tenemos.
El "pequeño problema" es que en muchos aspectos estamos peor.
Quizá si el gasto público se hubiera quedado en el nivel al que lo dejó Zedillo, el País funcionaría con más eficacia.
Pese a que parezca que los gobernantes del PAN no se parecen en nada a López Portillo, la realidad es que al igual que en aquella época se han derrochado cantidades inconmensurables de dinero.
El trabajo del Imco pone un ejemplo tangible de por qué ha ocurrido lo anterior.
Resulta que en 2008, cuando había subsidio a la gasolina -antes de que subieran sus precios varias veces al mes- se subsidiaba con mil 840 pesos mensuales al propietario de una Hummer que llenara su tanque cuatro veces al mes.
En contraste, a una familia de cuatro integrantes, que estuviera inscrita en Oportunidades, se le entregaban mil 380 pesos.
Y ejemplos de ese tipo pueden construirse por docenas.
Los gobiernos, federal, estatales y municipales, dilapidaron la que quizás era la última oportunidad para que el País despegara.
Hoy existe una alta posibilidad de que a partir de este año no sólo estemos en una crisis de proporciones gigantescas, sino que estemos entrando a una época de vacas flacas... por un largo tiempo, por lo menos para las finanzas públicas.
Luego de que concluyó la era de la abundancia lopezportillista, con todos sus excesos y arranques, tuvimos que esperar desde 1982 hasta 1989, para que más o menos la economía se encarrilara de nuevo.
Ojalá que en esta coyuntura no tengamos que esperar 7 años para poder tener un Estado que funcione y una economía suficientemente sana para darle trabajo a la población y con capacidad para crecer en serio.
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