El Estado de México se ha convertido en los últimos años en tierra franca para los diversos grupos del narcotráfico que se disputan el país. “Tierra narca” es una investigación publicada por la editorial Planeta en la que se describe con detalle cómo las tierras mexiquenses han sido un refugio para los líderes del crimen organizado, y su autor, Francisco Cruz Jiménez, dice que para comprender cómo ocurrió esto hay que conocer a un personaje clave: José Manzur Ocaña, quien fuera delegado de la Procuraduría General de la República en esa entidad.
Manzur Ocaña no es cualquier ex funcionario. Posee uno de los apellidos más ilustres del estado, pertenece al poderoso Grupo Atlacomulco. Es medio hermano de José Manzur Quiroga, quien fue subsecretario general de Gobierno en las administraciones de Enrique Peña Nieto y Arturo Montiel.
Hoy Manzur Ocaña es prófugo de la justicia por sus vínculos con el narcotráfico. Él, dice Francisco Cruz, un experimentado periodista, representa la clave para entender cómo desde el centro del poder mexiquense se negoció con todos los cárteles.
– ¿No es exagerado decir que el Estado de México es “tierra narca”?
–No. El Estado de México tiene cinco de los 15 municipios más violentos y más peligrosos del país: Nezahualcóyotl, Chimalhuacán, Naucalpan, Cuatitlán y Ecatepec. Pero hay otros en los que quizá sin tanta violencia la penetración del crimen organizado es muy profunda. Está Huixquilucan, por ejemplo, que incluye Interlomas, la zona más rica del Estado de México. Está Metepec, en el Valle de Toluca, y que según datos de la ONU es el noveno mejor municipio para vivir en México. También está Coacalco, el décimo mejor.
Si hablamos de municipios pobres, tenemos a Luvianos, limítrofe con la Tierra Caliente de Guerrero, donde se asientan los mayores laboratorios de drogas sintéticas del país. Ahí, en Luvianos, Los Zetas controlaban la nómina
del ayuntamiento
–¿Cuáles son los indicios para sostener que el Estado de México es “tierra narca”?
–Todo lo que aparece en el libro está documentado y respaldado con las investigaciones del gobierno federal. En el Estado de México tienen presencia todos los cárteles: La Familia, Los Zetas, el cártel del Golfo, el de Sinaloa, el de Juárez, los Beltrán Leyva.
Además –continúa Cruz–, se ha convertido en una zona para lavado de capitales. Desde 2002, el alcalde de Tejupilco lo denunció: había un exceso de dinero, que se manejaba en recursos inmobiliarios. Es decir, lavado a través de la compra de tierra. Nadie le hizo caso.
–¿Cuáles son las zonas más infiltradas?–
Son muchos municipios, son 125. Coacalco, para empezar. Está documentado. En el Valle de Toluca está Metepec, donde en 1992 empezaron a llegar los familiares de los grandes capos que estaban presos en Almoloya de Juárez, municipio que se localiza a 20 minutos. Ahí vivían las familias de Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto; de Rafael Caro Quintero, de Juan José Esparragoza, El Azul. La presencia de Osiel Cárdenas está documentada también. A partir de ese año, Metepec empieza a tener una bonanza increíble.
Una casa ahí puede costar hasta 2 millones y medio de dólares; tiene 24 residenciales triple A.
En el norte, Coacalco. En el sur, Luvianos. En Valle de Bravo se ha visto paseando a El Chapo Guzmán.
En el Valle de México está Huixquilucan, que incluye Interlomas, donde está documentada la presencia de los hermanos Beltrán Leyva; de Édgar Valdez, La Barbie, quien tenía ahí su cuartel general… Él estaba viviendo en Lerma, un municipio conurbado con Huixquilucan. Desde ahí operaba. ¿Eso no dice nada?
–La matanza en 2008 de 24 personas en La Marquesa es un punto fundamental.
–Se habló de una tortura muy salvaje y se dijo que los cadáveres sólo tenían el tiro de gracia. Pero informes de las procuradurías estatal y General de la República consignan que los cadáveres tenían en total 90 disparos. Nunca se comprobó que eran narcomenudistas ni que habían construido un narcotúnel en Mexicali o en Tijuana.
Ellos eran homosexuales –aclara el autor de Tierra narca– y vivían en comunidad en una vecindad de Huixquilucan. Fue un crimen de odio que ejecutó un escuadrón de la muerte liderado por La Barbie, quien controlaba a la policía de Huixquilucan. El autor material fue Raúl Villa Ortega, que tenía una empresa de seguridad que daba servicio a la PGR en aeropuertos y aduanas; los cabecillas del escuadrón eran dos o tres comandantes de Huixquilucan.
Francisco Cruz se refiere a Marco Antonio Ramírez Cervantes, comandante de la policía de Huixquilucan, quien escoltaba al convoy que realizaría la matanza de supuestos albañiles en La Marquesa.
De acuerdo con la averiguación previa PGR/SIEDO/ 302/208, varios de los elementos de la policía y de la Dirección de Seguridad Pública de Huixquilucan, gobernada por Adrián Fuentes Villalobos, entonces priista
y hoy diputado local por el Partido Verde, participaron en la masacre.
De hecho, las autoridades arraigaron al entonces director de Seguridad Pública de Huixquilucan, Pedro Jaime Chávez, por estar vinculado a estos hechos y a otros relacionados con el narcotráfico.
Los nexos de la policía eran evidentes e implicaban presuntamente a la familia del alcalde. “Alejandro Castañeda, ex supervisor de la policía de Huixquilucan, fue detenido en octubre de 2008 con un millón y medio de pesos y equipo de radiocomunicación para dar coordenadas de aterrizaje en pistas clandestinas, dijo trabajar para el hermano del actual alcalde de Huixquilucan, Adrián
Fuentes”, publicó Reforma el 14 de noviembre de 2008.
–¿Qué significa que el Estado de México sea “tierra narca”? –se le pregunta a Cruz.
–Es un problema nacional, pues a través de personajes con apellidos de abolengo y la PGR, dependencia responsable del combate al narcotráfico, se sembró la semilla para hacer de esa entidad una tierra narca.
Aquí gobierna uno de los que quieren gobernar al país. Cuando Enrique Peña Nieto termine su gobierno, el 15 de septiembre de 2011, habrá ejercido un presupuesto cercano al billón de pesos, pero enfocado a su campaña presidencial, a su figura. ¿Y el tema de la seguridad? Se le olvidó. Se deslindó. Hay que conocer a las personas que nos quieren gobernar. Si ellos no saben lo que pasa, es muy grave. Si están infiltrados, es peor. En algunos municipios del estado los narcos ya no son un poder paralelo: son el verdadero poder –concluye Francisco Cruz