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Denise Dresser  
 
   
 
MODELO BOMBON

 Modelo bombón
 
 Denise Dresser
 13 Jul. 09
 
 El copete acicalado. La sonrisa diamantina. La novia famosa. El gobierno
 dadivoso. La publicidad omnipresente. La pantalla alquilada. La alianza
 del guapo y los corruptos. Los componentes centrales del modelo de
 competencia política que el PRI construye y con el cual logra ganar. Los
 ingredientes fundamentales de la estrategia que el PRI despliega y con la
 cual logra arrasar. Una ecuación cuidada, perfectamente planeada: cara
 bonita + dinero + televisoras + publicidad + PRI dinosáurico = triunfo
 electoral. Una fórmula concebida en el estado de México y ahora
 instrumentada exitosamente a nivel nacional. Una fórmula patentada por los
 artífices de la "experiencia probada", en busca de algo que puedan vender
 como "nueva actitud". El modelo bombón. El modelo golden boy. El modelo
 Peña Nieto.
 
 Con resultados a la vista y confirmados en esta elección. Distrito tras
 distrito, presidencia municipal tras presidencia municipal, diputación
 tras diputación, estado tras estado. Corredores azules que se vuelven
 tricolores; bastiones panistas que pasan a manos priistas; territorios del
 PRD que dejan de serlo. Guadalajara y Zapopan y Cuernavaca y Toluca y
 Ecatepec y Tlalnepantla y Atizapán y Naucalpan. Tan sólo en el estado de
 México, el triunfo en 40 de 45 distritos electorales. El PRI, beneficiario
 del voto de castigo por una economía que se contrae más del 7 por ciento.
 El PRI, beneficiario de la inseguridad que la popularidad presidencial no
 logra remediar. El PRI, beneficiario de un PRD que se devora a sí mismo y
 un PAN que se traiciona a sí mismo. Pero más importante aun, el PRI
 beneficiario de la mejor inversión que ha hecho en tiempos recientes: la
 campaña publicitaria permanente que lleva a miles de mujeres a exclamar
 -en mítines
 de campaña- "Peña Nieto bombón, te quiero en mi colchón".
 
 El Astro boy de Atlacomulco, una criatura concebida por la dinastía
 política más importante del país que ahora busca dominarlo de nuevo. El
 político Potemkin, producto de un entramado de intereses políticos y
 empresariales que combina la modernidad mediática para llegar al poder,
 con los viejos métodos para ejercerlo. El mexiquense metrosexual
 construido con carretadas de dinero: por lo menos 3 mil 500 millones de
 pesos en cuatro años de autopromoción mediática descritos por Jenaro
 Villamil en su nuevo libro Si yo fuera presidente: el reality show de Peña
 Nieto. El posible candidato presidencial, seleccionado, asesorado y
 adiestrado por personajes como Arturo Montiel y Alfredo del Mazo y Carlos
 Salinas de Gortari y ejecutivos de Televisa y muchas manos más que peinan
 el copete. Venden el producto. Posicionan la marca.
 
 Enrique Peña Nieto, emulando a diario la estrategia salinista basada en la
 inauguración de grandes obras y el cumplimiento de pequeños compromisos.
 Promocionando a diario la lista de libramientos construidos, tractores
 regalados, apoyos económicos entregados. Ejemplo de lo que Octavio Paz
 llamó el "Ogro Filantrópico"; ese Estado que no construye ciudadanos sino
 perpetúa clientelas. Millones de mexicanos educados para vivir con la mano
 extendida, parados en la cola, esperando la próxima dádiva del próximo
 político. Como los 9 mil que se aprestaron a celebrar el cumpleaños de
 Mario Marín hace unos días y los 200 que hicieron cola para abrazarlo.
 Como aquellos para quienes la corrupción se vale cuando es compartida.
 Como aquellos que volvieron a votar por el PRI en el estado de México, a
 pesar de las marrullerías de Arturo Montiel y las marometas llevadas a
 cabo por su sucesor para encubrirlo.
 
 Enrique Peña Nieto, actor de un espectáculo continuo, perfectamente
 producido, escenificado y actuado en la pantalla más grande del país. El
 candidato de "El Canal de las Estrellas" que hasta novia le consiguió. El
 candidato que las televisoras hacen suyo y se encargan de edificar. Con
 promoción política disfrazada de infomercial; con paquetes publicitarios
 que incluyen la compra de entrevistas en los principales noticieros; con
 la cobertura de un romance que recibe más atención que la guerra contra el
 narcotráfico; con el silencio televisivo que se guarda sobre el caso de
 Atenco o los feminicidios en el estado de México o cualquier tema
 controvertido que podría evidenciar las fauces del joven dinosaurio. Hay
 un Plan de Trabajo que Televisa ha puesto en marcha y cuyas instrucciones
 Peña Nieto sigue al pie de la letra: te doy la pantalla desde la cual
 propulsarte y me das una presidencia a la medida de mis intereses. Un
 trueque permanente de
 favores, dinero, gestión política a cambio de impunidad y promoción
 mediática.
 
 Como advierte Julio Scherer García, la fórmula Peña Nieto es sencilla:
 comprar el tiempo en la televisión, corromper y corromper, mentir y
 mentir, aprender que a los aprendices se les puede y debe aprovechar. Todo
 para apoyar al joven muñeco, atractivo por su presencia física, a costa de
 la inteligencia y la pulcritud moral. Todo para que el poder regrese a las
 manos de la mafia. Todo para que el PRI vuelva a Los Pinos.