PRIMER TIEMPO: El Paradigma de Calderón. Como cada arranque en sus cuatro primeros años de su gobierno, el presidente Felipe Calderón volvió a darnos la misma receta: ni un paso atrás; contra los narcos, ¡patria o muerte! Como cada arranque en los dos primeros tercios de su administración, la receta es la misma: la fuerza bruta. La estrategia ya demostró su debilidad con la ecuación de que en la medida de su profundización policial y militar sin políticas públicas acompañándola, mayor la sangre derramada por todo el país y mayor la pérdida de consenso nacional en torno a su política. Al Presidente, terco como pocos mandatarios en los tiempos modernos, poco parece importarle. Al que no le guste, que se aguante, porque en su maniqueísmo perverso, quien no está con él, está contra él. El presidente Calderón se encuentra sumergido en el Paradigma de la Rana, el experimento biológico que se utiliza en Teoría de Juegos para demostrar cómo la insensibilidad a la adaptación a nuevas condiciones conduce por los peores caminos. En el experimento, una rana es puesta en una olla a nadar, lo que hace sin demora. Conforme avanza el tiempo, la olla se va calentando y el agua va subiendo su temperatura, pero la rana no alcanza a distinguir el cambio y sigue nadando como si nada pasara. Después de un rato, la rana empieza a notar finalmente que algo está mal y trata de ver qué puede hacer, pero es demasiado tarde. El calor la cosió por dentro, y cuando reacciona, está prácticamente muerta. La rana no diagnosticó cómo su entorno se había modificado para salirse del agua y cambiar su destino. Es lo que le sucede al Presidente, tozudo en una idea y rumbo, aunque tenga éxito, va rumbo a la desgracia política.
SEGUNDO TIEMPO: Si Calderón no quiere, yo sí. Sorprendente, por la temática y por la ampliación de sus audiencias, el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, le recetó al presidente Felipe Calderón lo que, a manera de desafío ha venido exigiendo a los críticos de su estrategia contra el narcotráfico: una propuesta alterna a la guerra contra el narcotráfico. Se la hizo en el lugar más inesperado, las páginas editoriales del Financial Times, uno de los periódicos más influyentes del mundo, y entreveró ingredientes que rebasan por mucho la estrategia policial del Presidente. Peña Nieto eliminó de entrada el concepto de “guerra”, al proponer una Estrategia Nacional para Reducir la Violencia, donde toca música para los oídos de muchos de los que no habitan en Los Pinos: lo importante es bajar el nivel de violencia que va creciendo, mediante empleo y educación, no contar el número de narcos caídos en la batalla ni todo lo que se les ha decomisado. No descubre el hilo negro, pero lo pone a la vista de todos. Para hacer eso, añadió Peña Nieto, se requiere una reforma fiscal. Y para lograrlo, hay que negociar con los actores políticos. Nada intelectualmente extraordinario, pero en las condiciones mexicanas actuales, un giro radical. En lugar de pintarse la cara de guerra como el Presidente, elaboró una propuesta que modifica énfasis y retórica. Ni un paso para atrás, coincidió con Calderón, pero no con las armas sino con la política. Peña Nieto dibujó el eje más importante hasta hoy de su eventual programa de gobierno en la Presidencia, que ha venido esbozando a cuentagotas en los medios. Y sobre todo, sin criticar al Presidente, le tiró en la cara una acusación: lo que ha hecho, por la forma como lo ha hecho, está equivocado.
TERCER TIEMPO: La confusión, no se equivoque, no es confusión. Si las cosas estaban enredadas de sí para el presidente Felipe Calderón con eso de que no logra que lo entiendan y que lo apoyen incondicionalmente —en su gobierno, claro— en la guerra contra las drogas, poco contribuyó que el secretario de Gobernación, José Francisco Blake, se brincara sus atribuciones y en la reunión anual con los embajadores de México en el mundo hablara de un tema reservado para otra sesión con otros miembros del gabinete: la lucha contra los narcos. Blake sabe poco o nada realmente del tema, y su mejor desarrollo en el gabinete ha sido como reproductor de todos los dichos y órdenes de su jefe el Presidente. Blake, en la experiencia de sus interlocutores, no tiene una voz propia, menos aún juicio político particular. Si habló de narcotráfico con los diplomáticos, seguro no fue por iniciativa sino por una orden. Reportes de prensa mencionan que los diplomáticos quedaron confundidos por las palabras de Blake, pero los más experimentados saben el fondo: desde hace más de un año, el aparato de procuración de justicia trabaja con el de la política interna para tener en la guerra contra el narcotráfico una estrategia paralela, política y electoral. Blake juega con ella y el procurador Arturo Chávezfue incapaz de decirle no al Presidente. El secretario Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, Miguel Ángel Alcántara, está en lo mismo, distribuyendo recursos con énfasis en distritos electorales. Lo que está en juego se llama 2012, la elección presidencial. Luego, que nadie se llame sorprendido.
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