De Orden Superior
Juegos de Guerra II… Balcanización
February 10, 2011
— 12:00 am
1.- Hace casi un año el secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna, comparecía ante diputados para hablar de las bondades del centro de inteligencia policial en Iztapalapa.
La Armada de México seguía adelante con su esquema de vigilancia antinarco en puertos de la costa del Pacífico, monitoreando las conversaciones de radio de 154 embarcaciones y siguiendo sus reportes de salida y llegada a puerto. Eran los tiempos de cuantiosos y constantes aseguramientos de cocaína en alta mar, de cargamentos de pseudoefedrina y otros precursores químicos en recintos portuarios.
2.- En Ciudad Juárez, el Ejército Mexicano lidiaba con las oleadas de ataques de los cárteles de Sinaloa (Gente Nueva) y de Juárez (La Línea) y de sus bandas de sicarios dirigidas a abatir a los rivales de droga.
Las masacres, los ataques contra personal consular en la ciudad fronteriza, los episodios de disparos y muerte de jovencitos mexicanos a manos de agentes de a Patrulla Fronteriza y las acusaciones mutuas de excesos, omisiones, incapacidad anti crimen y falta de controles en la venta de armas crecían proporcionalmente a la violencia registrada.
3.- Los militares fueron relevados paulatinamente de las labores de centrales de vigilancia y combate al crimen organizado en Ciudad Juárez.
Su lugar fue ocupado por la Policía Federal. La salida de las tropas o al menos la sensible disminución en su actividad frontal contra La Línea y Gente Nueva sellaron el fracaso de la Operación Sierra Madre, de la Operación Conjunta Chihuahua y de la fase de Reforzamiento de la misma operación.
4.- La puesta en marcha de la fase Todos Somos Juárez marcó una nueva fase en la que la responsabilidad recayó en la Policía Federal. Esta etapa se tradujo en más violencia, en actos de reto al Estado Mexicano y a sus instituciones de seguridad, de ataques y asesinatos contra activistas sociales, de ejecuciones sensibles y deleznables y de severas limitaciones operativa tanto militares como policiales.
5.- La SSP Federal quedó exhibida en este nuevo escenario. Los militares regresaron a las calles de Juárez. Las cosas siguen casi igual que antes. Casi, porque lo ocurrido en este tiempo ha exacerbado la visión de los militares duros del Pentágono y la Casa Blanca acerca de México y la incapacidad e ineficacia de sus gobernantes, de sus generales, tropas marinos y almirantes para acotar la ola violenta en la frontera común.
6.- Los pronunciamientos del Joseph Westfphal, subsecretario del Ejército de los Estados Unidos, hechos durante su participación en una conferencia en el Instituto Político Hickley, en la Universidad de Utah, son graves no porque hayan surgido de una figura de ese calibre, sino porque se trata de una visión, de un posicionamiento firmemente afincado entre mandos castrenses y especialistas en seguridad en la casa Blanca.
Es la forma en que los “halcones” del Pentágono ven, analizan y califican lo que sucede del otro del Rio Bravo; el desorden y el riesgo de que algo más grande se desate y afecte realmente la estabilidad tierra adentro en el sur de su país.
7.- Más allá de las correcciones, de los regaños y aclaraciones y protestas de la diplomacia mexicana, el tema transita en realidad por la postura de los hombres y mujeres de uniforme verde olivo al otro lado de la frontera, quienes desde hace más de 15 años visualizaron en sus juegos de guerra escenarios complicados, de ingobernabilidad en México como consecuencia del debilitamiento del Estado y el empoderamiento de los cárteles de la droga, especialmente en el norte del país.
8.- En febrero del año pasado apuntamos en este espacio los riesgos de una agenda de esta naturaleza, y el peligro que representaba para el país esta visión militar norteamericana sobre el deterioro de la seguridad en la franja fronteriza, la escalada de violencia y en especial el desequilibrio para atacar temas como el control de armas en los Estados Unidos (con sus más de 102 mil tiendas en todo el país, de las cuales, cerca de 11 mil están en los estados del sur y alrededor de 1,200 en las zonas críticas de la actividad del narco).
9.- Señalábamos entonces que “Galván sabe que la balcanización de la lucha antidroga hace más vulnerables a las fuerzas armadas, las expone aún más a la corrupción, las mueve al abuso, al exceso en la medida en que el narco se vaya enraizando más en las capas sociales.
“Es decir, el tiempo obraría a favor del crimen organizado y los militares no solo actuarían en varios frentes –como en Colombia– sino que en el mediano plazo estarían ante el escenario de una intervención directa o indirecta de los Estados Unidos para controlar el desorden en su patio trasero.
“La posibilidad es real. Caspar Weimberger, ex secretario de Defensa norteamericano previo esto en su libro The Next War, un texto que presentaba en los años noventa diversos escenarios mundiales de desestabilización que afectarían a los Estados Unidos en varios puntos de planeta.
“No de ellos era México, país cuyo hipotético régimen izquierdista acababa derrumbado ante el poder de los cárteles de la droga.
“En ese juego de guerra propuesto por Weimberger, las fuerzas norteamericanas terminaban por invadir México ante la ola de violencia e inestabilidad generada en la frontera común. El General Galván urge ahora una estrategia nueva, un recambio que posibilite golpes contundentes, devastadores a las estructuras del narco.”
10.- De esto hace casi un año. Ayer, en la celebración de la Marcha de la Lealtad, Galván fue más allá e involucró de nuevo a todos los actores sociales para fortalecer la lucha antidrogas. Lo hizo en el contexto del golpeo diplomático revelado hace unas semanas por Wiki Leaks al exhibir los cables emitidos por Carlos Pascual, embajador norteamericano en México, en los que califica a las tropas mexicanas como cobardes, impreparadas y huidizas al enfrentamiento.
Esto es falso. Aquí el problema es otros y pasa por la falta de recursos adecuados para enfrentar al enemigo con superioridad de fuego y mejor armamento.
11.- Los soldados y los marinos saben perfectamente esto. Si bien las Fuerzas Especiales de ambos tienen equipo más reciente y adecuado para el combate, lo cierto es que el resto de la tropa que también se juega la vida todos los días contra el narco –y en muchos casos contra militares desertores– queda siempre en desventaja.
12.- Los soldados comentan que hay batallones (aproximadamente 600 elementos) en los que a lo sumo 200 efectivos cuentan con chalecos antibala nuevos o semi nuevos, mientras que el resto usa material caduco o incompleto.
En la Marina ocurre algo similar, pero además los integrantes de sus Fuerzas Especiales coinciden en señalar que hay operativos en los que de nada sirve usar, por ejemplo, chalecos antibala si se entra al teatro de operaciones en vehículos sin blindaje.
Por lo menos en Tamaulipas la gente del Cartel del Golfo parece tener mucho mejor equipo que nosotros, me comentan.
13.- En este marco se reavivan los juegos de guerra de Weimberger, más como una idea concreta, como una visión no desestimada ante amenazas reales que como una ocurrencia o traspiés personal del subsecretario del Ejército norteamericano.
Tal es la visión, desde hace más de una década, de los estrategas del Pentágono sobre lo que ocurre en el país en cuanto a la posibilidad de que el narco, si bien no tome el poder, sí llegue desarticular o a fracturar instituciones del Estado Mexicano.
Hoy hablamos de zonas, de regiones tomadas por los cárteles de la droga, de espacios civiles que el gobierno de Felipe Calderón no ha podido recuperar como nos lo prometió.
14.- En el Ejército Mexicano el pensamiento de los hombres cercanos a Galván gira en torno a un problema, el de la delincuencia organizada, que se desatendió por décadas y se dejó crecer hasta salirse de control.
En la Armada de México la visión no es distinta. Allí se percibe que el país podría írsele de las manos a este presidente o al siguiente, no importa de qué partido sea, si en el tiempo restante no se trabaja en verdadera cohesión y con una estrategia que vaya más allá del choque armado como instrumento para intentar acabar con los cárteles de la droga.
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Jorge Alejandro Medellín
Jorge Alejandro Medellín ejerce el periodismo desde finales de los años ochenta. Se ha especalizado en la cobertura de temas relacionados con las fuerzas armadas, la seguridad nacional, seguridad pública y narcortráfico.
Ha hecho coberturas especiales en Centro y Sudamérica, así como en zonas de conflicto de otras latitudes.
Pertenece al Colectivo de Análisis por la Seguridad con Democracia (CASEDE), foro en el que especialistas en estos temas analizan la situación de país y proponen soluciones a agendas específicas.
Desde su columna DE ORDEN SUPERIOR y en su sitio de internet, aborda estos temas como parte de una visión más amplia sobre las agendas de seguridad interna y externa de México.