La puerta falsa
Ingenuidad convertida en tontería fue pretender que con designar como Contribución para el Combate a la Pobreza
un nuevo impuesto éste sería aprobado
Para Ángela.
¿De qué lado está el presidente Felipe Calderón? Quién sabe. No se entiende. Porque un día adopta una posición y al siguiente la contraria. El miércoles pasado dio un dato estridente: lo que me parece inaceptable -dijo- es que haya grandes corporativos que le exigen al gobierno que recorte el gasto, y el gobierno lo recorta, que le exigen al gobierno que ponga impuestos en alimentos y medicinas de la gente más pobre, pero que a la hora de ver sus cifras en promedio pagan el 1.7 por ciento de impuestos durante varios años. Esto ya no puede ser.
Así, súbitamente y sin previo aviso, Felipe Calderón cambió de bando y se sumó a quienes condenan el IVA en alimentos y medicinas. Los priistas y los perredistas deben haber esbozado una sonrisa. El Presidente que defendía a capa y espada el impuesto del 2 por ciento generalizado para el combate a la pobreza abandonó la plaza y ahora encabeza el movimiento y la coalición que lo derrotó.
Los bandazos de Calderón se están volviendo célebres. Todo indica que tiene un mecanismo de defensa que le impide sostener sus posiciones y reconocer sus derrotas. En el 2007 permutó la "reforma fiscal" por la contrarreforma política.
El avance en materia recaudatoria fue tan efectivo que a dos años de distancia estamos enfrentando una crisis fiscal sin precedente. La contrarreforma, en cambio, atentó contra la libertad de expresión, de información y minó la autonomía del IFE. Nada de eso importó. El Presidente en persona celebró el fin de la inmovilidad y el triunfo del consenso.
El proceso de la reforma energética fue aún más grotesco. Manlio Fabio Beltrones y el PRI anunciaron su oposición a cualquier reforma constitucional y condenaron los contratos de riesgo. Felipe Calderón capituló ya no digo sin disparar un solo tiro, sino eludiendo el debate. La iniciativa que envió fue rasurada y limada para evitar cualquier roce o conflicto, primero, con el PRI y, luego, con el PRD. En las negociaciones la propuesta se encogió aún más. Sin embargo, Calderón saludó su derrota con un discurso en cadena nacional: ¡Ensalzó el consenso y la responsabilidad del Congreso!
El balance de la reforma energética a un año de haber sido aprobada lo hizo el propio presidente de la República. El pasado 2 de septiembre en su Tercer Informe de Gobierno reconoció la urgencia de cambios de fondo en Pemex, es decir, la necesidad de efectuar una nueva y verdadera reforma energética. Entonces, ¿en qué quedamos? ¿De qué lado está Felipe Calderón? Imposible saberlo. Todo es confuso y contradictorio. Pero hay algo que sí está claro: no está de su propio lado porque se abandona o se traiciona a sí mismo cada cinco minutos.
La historia se está repitiendo con el IVA en medicinas y alimentos. El presidente de la República y la Secretaría de Hacienda se pusieron a sí mismos en ridículo. Suponer que bastaba disfrazar el IVA del 2 por ciento -incluidos alimentos y medicinas- con el nombre de Contribución para el Combate a la Pobreza para que los priistas lo aprobaran fue algo más que una ingenuidad, fue una tontería. En aras de pavimentar un supuesto acuerdo con el PRI, Felipe Calderón se balconeó como el Presidente que intentó vendernos gato por liebre.
Y ahora que el impuesto del 2 por ciento está muerto y enterrado, el Presidente ha decidido salirse una vez más por la puerta falsa. La denuncia de que los grandes corporativos no pagan impuestos debidamente, pero promueven (injustamente) el cobro del IVA en medicinas y alimentos a los más pobres constituye una traición a sí mismo. Pero también a sus principiosy a la razón. Porque todo el mundo medianamente informado sabe que la tasa cero en alimentos y medicinas favorece a los sectores con mayores ingresos y alienta la evasión fiscal.
Hace apenas unos meses, Ernesto Zedillo hizo un señalamiento simple y conciso: el primer paso para una reforma fiscal pasa por la aplicación del IVA a todos los artículos de consumo -incluidos alimentos y medicinas. La diferencia entre Ernesto Zedillo, Manlio Fabio Beltrones, Francisco Rojas y Beatriz Paredes no es ideológica ni técnica. Todos saben lo mismo: sin un impuesto al consumo en forma universal no habrá jamás una verdadera reforma fiscal. La diferencia es que Zedillo es honesto y consecuente y los demás mienten a sabiendas o dicen verdades a medias.
Las contradicciones del presidente de la República no terminan allí. La denuncia de que a lo largo de los años las grandes corporaciones pagan 1.7 por ciento de impuestos recibió respuesta inmediata del Consejo Coordinador Empresarial: no hay que generalizar, pero puede ser el caso de aquellas empresas que reinvierten sus utilidades y generan más empleos.
Planteadas así las cosas no restan más que dos alternativas: una, los empresarios tienen razón y no hay delito qué perseguir. Otra, la ley está perfectamente mal diseñada porque permite una enorme evasión fiscal. Lo que impone una pregunta: ¿De qué sirve aumentar las tasas impositivas y la complejidad en el código fiscal si a final de cuentas siempre hay mecanismos y rendijas para la evasión?
Frente a esta realidad, cualquier persona sensata optaría por explorar vías alternas: simplificar los trámites administrativos, bajar las tasas impositivas -como se hizo en Irlanda- y desaparecer los impuestos y los regímenes especiales. Todo con el objetivo de facilitar el pago de impuestos, reducir los incentivos de evasión y ampliar la base de contribuyentes.
¿Es mucho pedir? No, desde luego que no. Pero nuestra clase política, con Calderón a la zaga, prefiere la puerta falsa.