Tango para...
La crisis permitía que desde el gobierno se planteara la posibilidad de revisar todo el régimen fiscal y racionalizar
el gasto público, pero nunca se hizo
La aprobación de la miscelánea fiscal fue un tango para tres mal tocado y peor bailado. La mezquindad y la
irresponsabilidad de nuestra clase política brillaron como nunca antes. Vale, por lo mismo, hacer un recuento de lo
ocurrido. Vayamos, pues, por partes.
1. Felipe Calderón jamás se interrogó sobre la oportunidad que abría la crisis. El gobierno federal gasta mucho
y gasta mal, además de que las atribuciones de recaudación entre los diferentes niveles de gobierno están de cabeza.
Alrededor del 90 por ciento del presupuesto de los estados proviene de la Federación. Los gobiernos locales no sólo
no recaudan, gastan pésimo y no rinden cuentas ni hay transparencia. La crisis fiscal abría las puertas para revisar
todo el régimen fiscal y racionalizar el gasto público. Pero esa posibilidad jamás se planteó.
2. La Secretaría de Hacienda y Los Pinos operaron bajo un criterio fundamental: cerrar el boquete de 300 mil millones
de pesos que provocaron la caída de la producción del crudo y la recesión. El incremento de impuestos era la única vía.
Pero los funcionarios no se amilanaron. Se pusieron creativos y diseñaron el impuesto del 2 por ciento universal para el
combate a la pobreza. Ésa era la clave y el gran paso delante de la iniciativa de Calderón. Abriría una rendija para una
reforma integral.
3. El PRI respondió en forma sibilina. No hubo una voz, sino varias. Manlio Fabio Beltrones y Francisco Rojas, este
último coordinador de los diputados priistas, fueron cautos y ambiguos. No dijeron sí ni no, pero se manifestaron
abiertos a revisar cualquier iniciativa. En Hacienda y en Los Pinos contuvieron la respiración. La posibilidad de un
acuerdo era real -pensaron. Peña Nieto, previendo el desenlace, se curó en salud y desde el principio se pronunció contra
gravar medicinas y alimentos.
4. Entró entonces a escena Jesús Ortega. El presidente del PRD, líder de Nueva Izquierda, que se ha deslindado de López
Obrador y ha asumido un proyecto "moderno y democrático", se desgarró las vestiduras. Los perredistas, dijo, se oponían
al IVA en medicinas y alimentos y organizarían manifestaciones en todas las ciudades de la República para impedir su
aprobación. Ortega se radicalizó porque le tiene pavor a López Obrador. No quiso correr el riesgo de que el "rayito de
esperanza" le arrebatara la bandera y lo pusiera contra la pared.
5. Los priistas, como en la crónica de una estampida anunciada, mataron y enterraron el impuesto del 2 por ciento.
Tres elementos fueron determinantes: a) en su programa está inscrita la negativa a gravar medicinas y alimentos;
b) ése fue uno de los ejes de su campaña en las elecciones pasadas; c) la disputa por la candidatura a la Presidencia
de la República está abierta. Cualquier resbalón puede tener consecuencias tremendas. (Peña Nieto se adelantó a Beltrones
y Rojas en ese cálculo).
6. Se ideó entonces el incremento del IVA del 15 al 16 por ciento y se conservó la propuesta de la Secretaría de Hacienda
de aumentar el ISR del 28 al 30 por ciento. Los gobernadores priistas defendieron la iniciativa. Ellos, mejor que nadie,
entienden que la reducción de los ingresos federales los golpeará directamente. Alrededor del 90 por ciento de su
presupuesto proviene -como señalé arriba- del gobierno federal.
7. Pero el tango no terminó allí. Beltrones, que se había declarado dispuesto a revisar el impuesto del 2 por ciento,
advirtió que el incremento del IVA del 15 al 16 por ciento no pasaría. La fracción de los senadores priistas lo vetaría.
8. En ese contexto de dimes y diretes, Felipe Calderón se plantó en el centro de la pista. Los grandes corporativos,
dijo, exigen que se grave el consumo de alimentos y medicinas a los más pobres, pero llevan años que pagan apenas el
1.7 por ciento de impuestos. La declaración del presidente de la República fue tramposa y eventualmente de mala fe.
Comparó peras con manzanas. El 1.7 por ciento resulta de dividir el pago de impuestos con el total de los ingresos,
no de las utilidades de las grandes empresas. Pero además, si ese cálculo se hace con consorcios internacionales en
otros países se obtienen cifras similares o incluso por debajo de ese porcentaje.
9. El senador Beltrones y sus tropas se echaron finalmente para atrás. Corre la versión de que fueron advertidos por
Hacienda que la no aprobación del IVA al 16 por ciento provocaría una devaluación (el dólar a 18 pesos) y que el
gobierno los responsabilizaría directamente. Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que la retirada de los priistas
fue vergonzosa: abandonaron la sesión en el momento en que se abrió la discusión para permitir que panistas y verdes
aprobaran el incremento del 1 por ciento al IVA. Se lavaron las manos como Poncio Pilatos.
10. Los perredistas se han comportado de manera igualmente vergonzosa. Se pavonean por todas partes diciendo que ellos
no aprobaron la miscelánea, pero serán los primeros en exigir los fondos federales para las entidades que gobiernan.
Amén de que Jesús Ortega se opone a reducir el presupuesto de más de 3 mil millones de pesos que recibirán los partidos
este año.
11. Para cerrar, Manlio Fabio Beltrones se pronunció esta semana por bajar el ISR del 30 al 25 por ciento y reducir el
IVA del 16 al 12 por ciento, pero de manera general (¡aja!). A lo que Francisco Rojas respondió que ésa era la posición
personal del senador, nada más.
Cada uno de los 628 legisladores que integran el Congreso nos cuesta más de un millón de pesos al mes. Para qué. Su
irresponsabilidad y mezquindad abruman. ¿Qué podemos esperar de ellos? Nada o, peor aún, más de lo mismo.
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