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por Denise Dresser

 
 
   
 
 

El copete  acicalado.
La sonrisa  diamantina.
La novia famosa.  
El gobierno dadivoso.  
La publicidad omnipresente.  
La pantalla alquilada.  
La alianza del guapo y los  corruptos.
Los componentes  centrales del modelo de competencia política que el PRI construye y con  el cual logra ganar.
Los  ingredientes fundamentales de la estrategia que el PRI despliega y con  la cual logra arrasar.
Una  ecuación cuidada, perfectamente planeada: cara bonita + dinero +  televisoras + publicidad + PRI dinosáurico = triunfo  electoral.
Una fórmula  concebida en el Estado de México y ahora instrumentada exitosamente a  nivel nacional.
Una fórmula  patentada por los artífices de la "experiencia probada", en busca de  algo que puedan vender como "nueva actitud".
El  modelo bombón.
El modelo golden  boy.
El modelo Peña  Nieto.

Con resultados a la vista y confirmados en esta elección.  
Distrito tras distrito,  presidencia municipal tras presidencia municipal, diputación tras  diputación, estado tras estado.
Corredores azules que se vuelven tricolores;  bastiones panistas que pasan a manos priístas; territorios del PRD que  dejan de serlo.
Guadalajara y  Zapopan y Cuernavaca y Toluca y Ecatepec y Tlalnepantla y Atizapan y  Naucalpan.
Tan  solo en el Estado de México, el triunfo en 40 de 45 distritos  electorales. El PRI, beneficiario del voto de castigo por una economía  que se contrae más del 7 por ciento.
El PRI, beneficiario de la inseguridad que la  popularidad presidencial no logra remediar.
El PRI,  beneficiario de un PRD que se devora a sí mismo y un PAN que se  traiciona a sí mismo.
Pero más  importante aún, el PRI beneficiario de la mejor inversión que ha hecho  en tiempos recientes: la campaña publicitaria permanente que lleva a  miles de mujeres a exclamar -en mítines de campaña- "Peña Nieto bombón,  te quiero en mi colchón".

El Astro boy de Atlacomulco, una  criatura concebida por la dinastía política más importante del país que  ahora busca dominarlo de nuevo.
El político Potemkin, producto de un entramado  de intereses políticos y empresariales que combina la modernidad  mediática para llegar al poder, con los viejos métodos para ejercerlo.  
El mexiquense metrosexual  construido con carretadas de dinero: por lo menos tres mil quinientos  millones de pesos en cuatro años de auto-promoción mediática descritos  por Jenaro Villamil en su nuevo libro Si yo fuera presidente: el reality  show de Peña Nieto.
El  posible candidato presidencial, seleccionado, asesorado, y adiestrado  por personajes como Arturo Montiel y Alfredo del Mazo y Carlos Salinas  de Gortari y ejecutivos de Televisa y muchas manos más que peinan el  copete. Venden el producto.
Posicionan la marca.

Enrique Peña Nieto,  emulando a diario la estrategia salinista basada en la inauguración de  grandes obras y el cumplimiento de pequeños compromisos.  
Promocionando a diario la lista  de libramientos construidos, tractores regalados, apoyos económicos  entregados.
Ejemplo de lo que  Octavio Paz llamó el "Ogro Filantrópico"; ese Estado que no construye  ciudadanos sino perpetúa clientelas.
Millones de mexicanos educados para vivir con la  mano extendida, parados en la cola, esperando la próxima dádiva del  próximo político.
Como  los nueve mil que se aprestaron a celebrar el cumpleaños de Mario Marín  hace unos días y los doscientos que hicieron cola para abrazarlo. Como  aquellos para quienes la corrupción se vale cuando es compartida. Como  aquellos que volvieron a votar por el PRI en el Estado de México, a  pesar de las marrullerías de Arturo Montiel y las marometas llevadas al  cabo por su sucesor para encubrirlo.

Enrique Peña Nieto, actor de  un espectáculo continuo, perfectamente producido, escenificado y actuado  en la pantalla más grande del país.
El candidato de "El Canal de las Estrellas" que  hasta novia le consiguió.
El  candidato que las televisoras hacen suyo y se encargan de edificar.  
Con  promoción política disfrazada de infomercial; con paquetes publicitarios  que incluyen la compra de entrevistas en los principales noticieros; con  la cobertura de un romance que recibe más atención que la guerra contra  el narcotráfico; con el silencio televisivo que se guarda sobre el caso  de Atenco o los femenicidios en el Estado de México o cualquier tema  controvertido que podría evidenciar las fauces del joven dinoaurio.  
Hay un Plan de Trabajo que  Televisa ha puesto en marcha y cuyas instrucciones Peña Nieto sigue al  pie de la letra: te doy la pantalla desde la cual propulsarte y me das  una presidencia a la medida de mis intereses.
Un  trueque permanente de favores, dinero, gestión política a cambio de  impunidad y promoción mediática.
Como advierte Julio Scherer García, la fórmula  Peña Nieto es sencilla: comprar el tiempo en la televisión, corromper y  corromper, mentir y mentir, aprender que a los aprendices se les puede y  debe aprovechar.
Todo  para apoyar al joven muñeco, atractivo por su presencia física, a costa  de la inteligencia y la pulcritud moral.
Todo para que el poder regrese a las manos de la  mafia.
Todo para que el PRI  vuelva a Los Pinos.