CAOMMIR
 

LA DEMOLICION DE LAS INSTITUCIONES.

Jorge Carrillo Olea.

 

        Como mandato divino Fox y Calderón le pusieron el ojo a los principales sustentos de la vida nacional. Los Gobiernos del Cambio, ante la falta de ideas, de creatividad de Estado, entendido este como la forma política suprema de un pueblo, entraron en catatonia. Su cortedad cultural e imaginativa, su integrismo ideológico y sus grandes inseguridades los llevaron a decidir acabar con todo lo posible. Si no somos capaces de crear –posiblemente se dijeron- pues pasemos a la historia por la destrucción del pasado corrompido.

Es sólo así que se explica que en diez años, sin haber podido concebir una sola institución de Estado, les haya dado por acabar con lo que pudieran de aquel viejo régimen que había que sacar de la historia. Nada crearon en el ya vasto lapso de diez años. No habría la excusa de que se espera construir un nuevo Estado pero hay que empezar destruyendo al caduco y deformado antecesor. Se les pasó el tiempo, se les acabaron las fichas, ya no les queda más que llorar, suplicar y simular.

Fox abrió plaza con aquel irrespeto a la institución que es el poder legislativo cuando en el mensaje de inauguración de su gobierno se dirigió a sus hijos antes que al Congreso. Horas después en otro reto a las instituciones hizo, auxiliado por una hija y un enorme crucifijo, fe pública de su credo religioso pero en su papel de presidente. En el fondo había un intento de burla a todo lo que no oliera a mirra e incienso. Y así seguiría burlando y erosionando las raíces de la patria. Calderón fue más allá en materia de burlarse del laicismo. Tema que por reciente no hay necesidad de recordar.

En diez años se han socavado los cimientos de la SCJN con las veleidades con que se manejó la integración de los ministros sustituyentes, igual suerte está sufriendo el Instituto Federal Electoral al que sistemáticamente se ha debilitado y desprestigiado. La brillante política exterior ha sido simplemente  empobrecida hasta el absurdo. Los partidos son un desastre en términos de sus auténticas funciones políticas y sociales. Los tribunales son más corruptos que nunca, su tránsito a la oralidad está perdido. La planeación familiar dogmáticamente ha sido olvidada. El INEGI, la educación, el campo, andan de cabeza. Y más y más pruebas. ¿Entonces?

Sí, hay conciencia de que todo lo anterior se presenta como una omelette y de todo esto pudiera decirse que hay temas, como el de la situación de los partidos, que no atañen al poder ejecutivo. Perdón, pero por encima de rigideces legalistas, de alguna forma, está el supremo mandato de velar por el bien de la nación y la nación se está desbaratando entre las manos de Calderón. Primer mandatario, pero de todo, nadie hay por encima de él. A él debe dolerle y preocuparle cualquier malogro, sea el  qué sea y dónde sea.

El tema del momento: La crisis sobre crisis de la inseguridad. Las multifosas con innumerables cadáveres, el imperio del narco y la delincuencia común, las violaciones a derechos humanos, los señalamientos extranjeros sobre todo el desastre. Las marchas como la convocada con gran dignidad y pleno derecho por Javier Sicilia que expresan la crispación y desesperación sociales, lamentablemente nada resolverán. El azoro de los ciudadanos de países amigos que desde el extranjero con afecto respetuoso inquieren para nuestro dolor: ¡¡Qué le pasa a México!!  Si todo esto y más no es la demolición de las instituciones, entonces qué sería.

Y a este dolor nacional se responde con discursos. El del miércoles 4 de mayo a través de la tv es una muestra de algo que preocupa: Que el presidente además de reiterar su decisión islámica de ¡¡muerte, muerte!! Refleja algo que es inaceptable en un jefe de estado: desesperación. Desesperación revelada en que centra la argumentación de su intransigencia, porque no tiene otra, en algo que nadie le ha pedido.

Dice él que no se puede dejar de combatir al crimen. ¡Señor Presidente, nadie le ha pedido tal absurdo!  Lo que se le ha pedido es que busque alternativas, acciones complementarias, cancelación de ciertas posturas, se le ha pedido que deje de querer derrumbar las murallas de Jericó a topes con la cabeza de los mexicanos.

Al otro día el 5, en Puebla coronó aquel argumento diciendo en un innecesario discurso que no es de protocolo: “Tenemos la Razón, la Ley y la Fuerza” Expresión insólita por lo excluyente. Sí, está desesperado y eso llevado a extremos habla ya de una perturbación mental, el no poder asumir la realidad. También se llama signo esquizoide. Quien los sufre  experimenta una distorsión  de sus pensamientos, de sus percepciones y sentimientos.

Hay métodos alternos y complementarios pero él no lo ha querido escuchar.  De qué sirvieron aquellas largas y numerosas jornadas en el Campo Marte si de ellas nada se recogió. Se dejó hablar a la sociedad a sabiendas que de manera apriorística se le juzgaría equivocada, porque él el presidente, él si sabe cómo resolver el problema, no necesitaría consejos.

Un expediente clave, por llamarle así, hubiera sido tener cierta sensatez e imaginación ante la renuncia del procurador Chávez Chávez y su consecuente sucesión. Incurro en una obviedad: la PGR es un eje central de la legalidad, la seguridad jurídica y la justicia y por ende clave en la situación actual. Merecía mayor cuidado.

La señora Morales sencillamente no fue el nombramiento adecuado. No por razones de género, no. Fue inadecuado porque la cirugía mayor que requiere esa destruida institución, como todos lo perciben, está fuera de los alcances de la señora. Prueba de ello es la altanera y desconsiderada renuncia de los almirantes mientras ella viajaba a EU. A ello siguió la renuncia en cascada de subprocuradores y directores, desatando lo que estaba en ciernes y que terminará con lo que quede: La lucha de facciones, el arrebato de puestos, la carnicería interna que la señora Morales quizá ni imagina en su magnitud y profundidad. Las sustituciones sencillamente fueron fallidas porque los llegados o traen consigo una carga de desprestigio o no tienen el nivel demandado. Si todo andaba mal, con su llegada acabó por derrumbarse.

Cómo ver eso con naturalidad cuando al país le sobra gente de talento y confianza para ocupar esos cargos. Hay extraordinarios abogados que conllevan a la par un domino pleno del constitucionalismo y el derecho penal. Son muchos, muy maduros, o recios y jóvenes, es una estirpe admirable. Entonces a qué se debe tal integrismo, tal desprecio por lo que no es mío propio. ¿Qué en realidad Sr. Presidente, quiere usted acabar con todo lo poco que Fox dejó?

 

[email protected]