Sociedad impotente
La marcha Cuernavaca-México resultó de una magnitud local, nacional e internacional no esperada; tal es la crispación y solidaridad de la gente. Fue un acierto rotundo, pero naturalmente pagó los costos obligados, como es el abrir espacios a otros reclamos y a muchos personajes protagónicos. El mismo Javier Sicilia dio lugar a ello al enredar a un auténtico e indiscutible, profundísimo dolor, con temas heterogéneos.
Líderes de movimientos semejantes y distintos, zapatistas de la colonia Del Valle, ya hablan en primera persona del plural sobre cómo se hizo la organización de la marcha, de la agenda para el 10 de julio en Ciudad Juárez y demás. Confusión en los discursos, dichos y contradichos, confusión en la dirección que ahora proponen sea colegiada. Descalifican a Sicilia por haber metido sin consultarles el tema —la dimisión— de Genaro García Luna al grado que se sintió obligado, a costa de su imagen, a echarse para atrás.
Ya le robaron el tema, lo proyectarán y se lucirán. Esos son los costos que deberían haberse anticipado. Falta de malicia de un hombre bueno. Esa voracidad es material de acompañamiento de todo movimiento social intenso. Pero hay que tomar como axioma: de estas cosas, sólo la sociedad es responsable.
Bien aparte de eso hay que destacar otra peculiaridad, también común denominador de esos movimientos, que es el no reducirse a lo posible en las peticiones, a lo alcanzable, a lo exigible y práctico, pidiendo con gran voz cosas que siendo genuinas, por el momento son inalcanzables: si Calderón hubiera tenido pensado en algún momento deshacerse de García Luna, después de la marcha sencillamente no lo hubiera hecho. Que se depuren los partidos, ¡por supuesto que sí! ¡Que se proteja a la juventud!, ¡también! Que se promulgue una reforma política en dos meses, no sé. ¿Pero es posible o más bien viable o sensato plantearlo hoy como una exigencia?
Lo que quedó atrás como rotunda conclusión, que también debería haber estado en los cálculos previos serían dos preguntas: 1. ¿Servirá la marcha para algo concreto y satisfactorio? 2. Después de la marcha, ¿qué, hasta dónde, o con qué expectativas y con quién?
Estas dos preguntas se quedarán sin respuesta pues nadie se atreve a darlas, al menos en voz alta, pues a nadie le serían complacientes.
De todo lo anterior se derivaría una consecuencia. Estas marchas, expresión legítima y auténtica de un sentimiento, acaban sin tener más resultado que una catarsis. A ellas un gobierno se opone, si tiene un mínimo de sutileza, con el silencio y acatando el siempre sabio consejo de dejar correr el tiempo; él mitigará los ardores. Esto no es una verdad absoluta y el ejemplo es Rosario Ibarra de Piedra que no ha cejado en casi 40 años, pero sí es frecuente y le funciona a un gobierno cínico.
También y es lo más importante como colofón: la sociedad es impotente para plantear sus dolores e insatisfacciones por la vía pacífica. Tendría que buscar medios más apremiantes que no significan necesariamente violencia física, pero sí aglutinar, consolidar a voces, grupos, factores que hoy andan sueltos, principalmente voces muy respetables y medios para su difusión, con el problema de que algunos de mayor penetración —radio y tv— obedecen a los ideales del gobierno.
La vía intransigente es la única con posibles resultados sobre la celeridad de los cambios deseados. No cejar, persistir, no dejar nunca un espacio que no ocupe la ofensiva. Este recurso de la democracia ha sido en México aplicado ya por varios movimientos pero sus resultados han sido dolorosamente lentos, véase democratización, educación sexual, respeto a la diversidad sexual y hasta, y ya vistos en el lejano horizonte, 1953, los derechos electorales de la mujer.
Lamentablemente en materia de seguridad y justicia, verdaderamente el pueblo no aguanta más. Hoy somos una población estresada por no encontrar respuesta a demandas de seguridad, justicia, empleo, salud, vivienda. Los límites de la tolerancia han sido ya alcanzados y el gobierno no advierte cómo se están conjugando factores que pueden, ya todos juntos, llevar al país a una crisis de magnitudes no sospechadas.
Las reflexiones y obsesiones de Calderón están en cómo acabar con los cárteles, es su sueño dorado. Mientras tanto, no advierte como un volcán emerge desde las profundidades y que irrumpirá a la superficie más pronto que tarde. Se piensa mucho en las elecciones del 2012, pero se piensa sólo en estrategia de triunfo, aún no se piensa en que una crisis puede invalidarlas o condicionarlas a grado tal de acabar de descomponer todo.
Pero a más de formular una demanda por parte de la sociedad para contener la inseguridad, cuya base fuera la lucidez y el consecuente abandono de posturas basadas en la emoción, la primera necesidad sería un gran líder. Un gran líder, que con el comprometido respeto digo que no es Sicilia, quien eligió parecerse más a un patriarca que a un carismático, creativo y eficaz conductor. Lamentablemente un hombre con ese perfil no está a la vista, pero es una verdad que los movimientos sociales producen de la noche a la mañana a sus líderes necesarios.
Mientras esto no suceda: hombre y proyecto, la sociedad seguirá inerme, impotente. Incapaz de producir efectos que es lo que necesita ya irrefrenablemente. No quiere ni necesita movimientos masivos llenos de emoción, sino proyectos sensatos, exigibles, sistematizados y un gran conductor que tuvieran la convicción y firmeza de no transigir.
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