CAOMMIR |
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País de clases medias Casi todos los crímenes que castiga la ley se deben al hambre. François René de Chateaubriand A raíz de la publicación de los resultados del Censo Nacional de Población y Vivienda 2010, de manera deplorable se festinó el hecho de que los números acusaban que México es ya un país de clases medias. El mayor retozo por supuesto fue del gobierno federal en voz del secretario Cordero, pero le acompañaron ciertos analistas y periodistas. En un programa de Televisa se dijo que “sólo los necios no lo quieren aceptar, ¡los números no mienten!” Qué lejos están esos señores de conocer y comprender a su país. Los patinazos del secretario Cordero ya no son materia de comentario y el periodista más entusiasmado es un hijo de familia más que acomodada, formado en Gran Bretaña y Estados Unidos donde hizo sus primeros lances laborales. No conoce su patria si es que se sintiera mexicano. Cómo lastima e indigna ver que se llega a altos puestos de la administración o de difusores de opinión cuando no se han tenido vivencias sobre lo que se opina. Ellos nunca han convivido con un campesino de la mixteca guerrerense o poblana, nunca han conversado con un limpiaparabrisas, con un tragafuegos o chavo narcomenudista ni se han enterado por qué lo son; no conocen a un habitante de Chalco-Solidaridad o Ixtapaluca. Quizá han estado en Chiapas como sagaces observadores políticos, sin enterarse del porqué de los pleitos alcoholizados entre chamulas. Las miserias de los salarios urbanos, cuando los hay, de lavaplatos, chalanes de albañil o empleados de mostrador. De acuerdo con el Coneval, entidad autónoma, 44.2 % de la población nacional vive en condiciones de pobreza multidimensional, es decir, aproximadamente 47.2 millones de personas en el país presentaban una penuria social o más y no tienen ingreso suficiente para satisfacer sus necesidades. Esta población presentó en promedio 2.7 penurias sociales, entendiéndose por estas el no tener acceso a alimentación, vivienda, servicios de salud, educación, estructuración cultural. Se considera pobreza extrema a la población que presenta tres o más carencias sociales y su ingreso es insuficiente para cubrir sus necesidades sólo de alimentación, aun si dedicaran todo su ingreso para ese fin. Aquellos retozones analistas se deleitan hablando de los que ya tienen un auto o dos, refrigerador, televisores, celular, buen vestuario, esparcimiento. La verdad es que la desgracia humana derivada de la pobreza no se puede medir numéricamente en términos de los que están fuera de ella. La desgracia humana no acepta números para su medición, demanda de sensibilidad indulgente, humildad y un espíritu solidario y no refractario hacia los menesterosos. El origen de la pobreza en México se encuentra en la vergonzosa desproporción de la distribución de las rentas nacionales, que está en manos de un gobierno falaz que por compromisos e intereses propicia a un grupo limitado de personas, no menos de 500 grandes, muy grandes capitalistas, evasores de deberes fiscales que se ocupa de la resolución de sus propios problemas y no de la sociedad como conjunto. Están en México por los muchos privilegios que el país permite, pero sus capitales líquidos y hasta parte de los fijos están en el extranjero, donde además tienen residencias y frecuentemente a sus hijos. Lamentable también es que profesionistas de muy diversas disciplinas no hayan salido a dar precisión a los entusiasmos gubernamentales y a los de Televisa. Cualquier referencia a la pobreza debe hacerse desde la perspectiva de una firme ética política y social. Hablar de ella como tema de grupos minoritarios o especie en extinción, sin respeto ni compromiso hace a quiénes así se conducen sencillamente despreciables. No se equivocaba López Obrador cuando pregonaba que “por el bien de todos, primero los pobres”. |