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Callar ante el oso consumado
JORGE CARRILLO OLEA
Como maldición bíblica, pareciera que México en cada sexenio deba enfrentar una crisis política con Estados Unidos. Hoy le tocó a Calderón y la verdad es que se rompe con la constante de que siempre hemos de ser nosotros el origen de la gresca. Léase el asesinato del agente de la DEA, Kiki Camarena, o después el consecuente secuestro del doctor Alvarez Machaín, que dio lugar —por si alguien lo dudara— a exhibir la perfidia del vecino. Ante un procedimiento iniciado por nuestro país en reclamo por el secuestro en Guanajuato, ¡la Suprema Corte de aquel país determinó que era legal secuestrar a un nacional en territorio de su patria!
Hoy se trata de un enredo descomunal formado por: la muerte del agente Jaime Zapata, Wikileaks, las torpezas e insolencias de Carlos Pascual, el desbordamiento de Calderón pidiendo lo que no le podrán dar nunca: la salida del embajador; la aprensión del alcalde y del jefe de la policía de Nuevo México, ¡¡por traficar armamento!! y el envío ilegal de casi tres mil armas de manera ilícita a nuestro país, nada menos que por el gobierno norteamericano.
El Imperio se conduce así, sin el mayor miramiento a quienes ve y siente sojuzgables. En otros tiempos de relaciones menos subyugadas intentaban obtener autorización para hacer dichos envíos controlados, autorización que sistemáticamente se les negaba. Si alguna vez lo hicieron, a pesar de la negativa, no lo creo, fue a expensas de poner en un alto riesgo la relación bilateral que siempre les ha sido y será importante. En esas negativas dieron cátedra los procuradores García Ramírez y Alvarez del Castillo.
Los envíos controlados son una práctica que se aplica en la investigación de redes transnacionales que trafican con armas, drogas o dinero, básicamente. Consisten en identificar una cadena de tránsitos internacionales e infiltrándola, confiarle el traslado de un país a otro de importantes valores de los ya especificados. Esto permite seguir las rutas, identificar a los involucrados y conocer origen y destino de la “mercancía”.
Todo pareciera un ardid bien concebido, el problema es que implica la violación a la soberanía y legislación de uno de los países. Ni siquiera las autoridades, en este caso mexicanas, podrían autorizar que se violara la ley, sería absurdo. Peor es el caso como el que se está dando, que suceda sin conocimiento del país de destino y, hasta donde hoy se sabe, sin el del Departamento de Seguridad Interior de Estados Unidos, según declaración de su titular, la señora Napolitano, y con la reprobación del procurador de Justicia, señor Eric Holder. Increíble que estas cosas sucedan ante tan importantes descalificaciones y que aún con ellas, se monte y ejecute un envío controlado.
Dada la situación de responsabilidades de los dos países en casos distintos, escenario infrecuente, tocaba al gobierno de nuestro país hacer uso de la oportunidad y presentar un fuerte reclamo por la vía diplomática. Pero no, la cancillería se limitó a enviar un pálido boletín, ni siquiera una nota diplomática de protesta, instrumento de un peso oficial muy específico, por el abusivo comportamiento de autoridades americanas.
Ante un caso semejante, el gobierno argentino expresó su más enérgica protesta ante la situación creada por el decomiso de parte de la carga trasladada hasta ahí por un avión de la Fuerza Aérea estadounidense y no declarada oportunamente. En la nota de protesta, presentada ante la embajada de Estados Unidos, la cancillería argentina subrayó que hasta el momento ni esa legación ni su gobierno “han proporcionado explicaciones satisfactorias que aclaren la presencia de material no declarado en el cargamento”. ¡Qué diferencia!
Una vez más, el gobierno de Calderón se da un tiro en un pie. La muerte del agente Zapata está en vías de aclararse. Falta ver cómo se enfrenta la petición norteamericana de extradición de los presuntos responsables, que no procede ante el derecho mexicano. Del envío controlado no sabemos cómo vamos a salir, aunque es anticipable que sin ninguna elegancia y de la petición de retiro del embajador Pascual, pues sencillamente más vale callar ante el oso ya consumado.
No hay datos de que se haya presionado a una autoridad vigorosa y en público y que ésta haya cedido, es un método anulado por biliar. Peor aún si con ello se sentara el precedente para que los demás países afectados por el tema Wikileaks pudieran pedir un trato semejante para con sus incómodos embajadores norteamericanos.
Mi amigo, el joven priísta*, me ha preguntado: “¿en tu larga experiencia, habías visto un gobierno con tal concentración de pendejos?”. En lugar de contestar, reflexioné: “¡Qué se puede decir!”.
*Existe, en la realidad, es veracruzano y su amistad me enaltece.
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