CAOMMIR |
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México, D.F. abril 14 de 2011.
Doctor.
Doctor: ¡Las vueltas que da la vida! Nos da lecciones a cada paso. Hoy usted enfrenta con cobardía una crisis originada en cuatro años de torpezas y abandono de sus deberes. Enfrenta el homicidio de más de 250 personas en manos de la delincuencia organizada. Cuando mi gobierno hubo de sufrir un estremecimiento escasamente análogo, pero que sí englobó elementos inaceptables (mea culpa), lo acepté siempre. Ernesto Zedillo en su perversidad aprovechó para activar hasta con dinero a mis detractores. En mí el separarme del gobierno fue un acto de responsabilidad ética. Usted piensa en un fin semejante pero no con hombría sino con pavor. En mi caso, un secuestrador había sido asesinado e intentado ser inhumado clandestinamente por miembros de la policía judicial. El procurador, el subprocurador, el jefe de la policía y el homicida fueron sentenciados y purgaron condena. Diferente ¿no cree? En aquel abril del ´98 ocasión de tan atildadas razones, usted hablaba de “actos de barbarie antidemocrática” (como si los hubiera democráticos) y con una inteligentísima argumentación aseguró que eran “provocados por miembros del PRI”. También se preguntó: ¿Qué pasa en Morelos, es este el lenguaje de la democracia y justicia social? Exigía incompatiblemente mi salida del gobierno y que la Suprema Corte iniciara una averiguación (sic), ¡con qué facultades! Y ya no lo aburro con tantas estulticias que usted creyó luminosas. Las conoce bien porque salieron de su cacumen. Hoy me pregunto: ¿Encontrarán aquellos viejos planteamientos eco en los insomnios del doctor? Yo creo que sí, pero por si fuera desmemoriado ya ha habido muchos actores, conscientes de su estrechez intelectual que se los han recordado. Actualizando la situación. Es perfectamente legítimo revisar el intríngulis en que está usted metido y que haciendo una racionalización nos lleva a concluir en que usted ya no tiene fichas para seguir jugando. Ya no puede apostar su precandidatura a la presidencia de la república, ya no puede apostar como desea, que lo sustituya otro meritorio doctor, ya no puede apostar su tiernamente anhelada senaduría familiar y de paso ya comprometió gravemente las expectativas electorales de su partido. En fin galeno, se le acabaron las fichas. ¡Qué le queda! Pues el billeteo generoso que está ejerciendo para los que les tiene miedo y quizá confiar en lo que le ofreció Gobernación a nombre de Calderón mandándole otros secretarios y delegados, concretándose así el encubrimiento y complicidad. Aunque se quedó sin fichas para jugar, yo no deseo que se vaya, no. ¡¡Siga disfrutando de su asador!! Me despido de usted preocupado por ver su futuro tan negro y más por comprobar cómo con tanta ineptitud al estado le fueron revocados diez largos años que pudieron haber sido de razonable progreso. Como recordatorio le anexo un resumen del desastre que ha sido su administración, que no gobierno. Pásela bien. |