JORGE CARRILLO OLEA

El presidente Calderón ha planteado varias ideas que conducen a entender su convicción de que el problema del crimen organizado ya viaja hacia tiempos ajenos a los suyos. Simultáneamente ha dicho que la actual estrategia seguirá hasta el último día de su mandato. En dos cosas está descaminado:

La primera es que está siendo contradictorio o conscientemente omiso. Si ha dicho que el manejo de este riesgo nacional excederá a sus tiempos, ¿por qué no empieza a sembrar lo que otros habrán de cosechar?, lamentablemente cosecha que se daría, ni siquiera el próximo sexenio sino aún más tarde. Todo gran proyecto, toda una nueva concepción nacional, toma importantes tiempos de diseño, programación, ejecución, puesta en marcha y maduración. Si quiere trascender su miope enfoque sobre el crimen organizado, debe pensar en una re-conceptualización de larga proyección. ¿Por qué responsablemente no pone la primera piedra? ¿No ve que su omisión condena al país a perder un larguísimo tiempo del que ya no dispone?

La segunda es fallando a él mismo y es que no es posible, él mismo no lo desearía así, no puede acabar su sexenio con la misma estrategia que hoy está aplicando. Algo lo obligará a cambiar por la razón más simple: Su propio interés por salir lo menos mal posible. No diseñar su salida podría ser altamente lesivo para su registro histórico. No haría daño al país pero su ego saldría sumamente dañado. ¡Su problema!

Esta situación está condenando al país a que al inicio de la próxima administración, dadas las presiones que es posible  anticipar, se le den vuelta a las cosas y se vuelva a improvisar. De esta manera no avanzaremos hacia una solución satisfactoria. Calderón está a tiempo de colocar la primera piedra, que debe ser tan sólida, tan meditada, tan apegada a realidades y sobre todo tan enriquecida por una amplia consulta no mediática a conocedores, más una firme decisión política, que la próxima administración sólo demandara, en uso de su derecho, hacer ajustes menores.

Durante su administración y como herencia de la de Fox, inercialmente ha seguido la tesis de la guerra al narcotráfico como único modus operandi  para alcanzar el fin deseado que es control. También se adoptaron organizaciones de la administración foxista que han demostrado su disfuncionalidad. No se corrigió tampoco la evidente ausencia de inteligencia criminal, la obtenida por las dependencias se concibe como propiedad patrimonial de ellas, no hay concertación ni  cooperación en la materia.

De esta manera está claro que no solamente el momento es desolador sino que, ya no sé si se pueda decir, el futuro pinta peor, pinta peor porque los diques de contención que habrían de operar pasado mañana, no se han empezado a construir hoy. No han querido ni él sus Siete Sabios hurgar entre los testimonios del pasado, donde encontrarían importantes elementos a utilizar, haciendo los ajustes que los tiempos demanden y mejorar sus métodos. Es el cuño de su gobierno: La total autarquía, cree que no necesita nada de nadie.

A pesar de sus expresiones de garantía de que nada cambiará en su estrategia, sí lo está haciendo, crecientemente  y de manera muy preocupante: La intromisión del gobierno norteamericano en temas nacionales es cada vez más abierta, amplia  e irreverente. El embajador Carlos Pascual se da el gusto de hacer observaciones y recomendaciones a Calderón a cada paso. Su Oficina Bilateral de Seguimiento a la Iniciativa Mérida, (OBS) ha sido al fin desenmascarada como un centro de espionaje. La cancillería mexicana vergonzosamente justifica su presencia haciendo válida la denominación y supuesta función. Así es la entrega.

En un mundo globalizado, la coordinación y cooperación son cada vez más amplias en todos los campos del quehacer, inclusive en materia de inteligencia anticrimen, esto es una realidad universal, sin embargo los países que ya lo hacen, lo hacen de manera oficial y abierta, sometida a los actos de control del poder ejecutivo por parte del legislativo y el judicial, que es lo correcto. Lo incorrecto es este gusto de Calderón por lo clandestino en sus  modus operandi. Su invariable estrategia si varió, pero sólo para entregar soberanía.


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