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Cuidado, profesor Moreira,
no encienda la pradera
A la juventud priísta
Los festines propiciatorios priístas han comenzado, se han dado en el más angosto margen que permiten los estatutos, la ganancia, sin embargo, lo explica: aprendimos una lección, ya no hubo rivalidades que dividieran públicamente al consejo o a las bases. Faltan casi dos meses para la unción, 4 de marzo, y ya las huestes, que no saben exactamente de qué se trata, son arrastradas por los viejos sacerdotes, que a ellos no les importa la identidad, ni la ideología, ni la democracia, ni el compromiso social, ellos van por hoy a lo suyo, que es aplastar al PAN y después…
El profesor Moreira ha hecho uso de las vulgaridades de Fox y por ello mismo no le ha quedado a la gente recatada del PAN replicar con nada. Se lo han tenido que tragar. Y todo ello permite adivinar a quienes ya dejamos el chupón, que el encontronazo con Moreira viene fuerte y dentro del PAN y en su mellizo de Los Pinos, no hay nadie con tamaños ni pantalones para pararlo.
Antes del primer round, ya el presidente del PAN acusó el primer golpe, su candor lo empujó. Dijo ante frases de Moreira: “Está fincando su estrategia electoral en la desmoralización, en la destrucción de imágenes, de la confianza y del éxito de las instituciones y de nuestro gobierno”. ¡¡Pues de qué creía que se trataba!!
Se anticipa pues una jornada verdaderamente de coliseo romano, nada más que sin un gladiador, nada elegante, más bien rústica. Tal vez hasta indigna de un gran partido como es el PRI. ¿O ese hoy ausente gladiador sería Juan Ramón de la Fuente, como susurran a gritos allá en Chapultepec? ¿Sería el inteligente doctor el colector del guante? No se antoja que fuera así.
Lo que sí, y eso faltaba, era que a los ánimos ya confiados del priísmo les llegará una inyección de adrenalina para arrasar en las elecciones. ¿Sucederá? ¡Quién sabe! Es muy temprano, pero en cuanto sea más clara la estrategia goleadora del profe, sus huestes se levantarán encendidas como pocas veces, vale el vaticinio. Sin embargo, profesor, cuidado con desencadenar un blood libel o dicho en castilla: no vayamos a incendiar la pradera.
Llegará el tiempo en que el mismo, profesor, tenga que explicar y muy claramente para qué debiera el PRI regresar a Los Pinos. Ni es el PRI que salió, ni Peña Nieto es un estadista, ni son las condiciones del país, ni siquiera las universales, semejantes como para hacer conjeturas análogas. Quien vaya a ser el presidente tendrá que innovar una presidencia distinta. Todo será diferente y a pesar de la formidable estrategia que se avizora, eso no bastará, habrá que hacer adecuaciones internas sobre todo en materia de democratización de procesos y frente a la nación, los grandes planteamientos ya por décadas demorados: educación, salud, pobreza, empleo, impunidad, corrupción y dignidad ante el mundo exterior.
Esta reflexión lleva a otra que se constata con leer prensa, ver TV o examinar fotografías: los aplaudidores de Peña son los mismos que han batido sus palmas por sexenios: los atlacomulcos reforzados por tolucos, los grandes billetudos, contratistas y proveedores eternos, los que brincan del sillón de gobernador, a calentar una curul, a calentar un escaño. Son más que sexagenarios que no les cabe el dinero en los bolsillos.
¿Esperarían así los todavía jóvenes alguna oportunidad? ¿O viene esa ola reforzada por fresca energía contestataria, promotora del desalojo domiciliar de Calderón, sólo a reeditar más de lo mismo? Esa sería la gran cuestión. La oportunidad de Moreira de pasar a la historia es doble: derrotar al PAN, pero hacer triunfar al PRI en sus íntimos anhelos, que los son de una dosis de oxígeno ya largamente esperada y que no coinciden con los de la gerontocracia. Dice mi amigo el joven priista que “no se concibe la agenda política del PRI para el siglo XXI sin una renovación generacional” ¿Tendrá razón?
El gatopardismo o lo lampedusiano es en ciencias políticas el cambiar todo para que nada cambie, paradoja expuesta en la novela El Gatopardo, del escritor italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa. La cita original expresa la siguiente aparente contradicción: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie y después, todo será igual pese a que todo habrá cambiado”.
Desde entonces, en ciencias políticas se suele llamar gatopardista al político, reformista o revolucionario que cede o reforma sólo una parte de las estructuras para conservar el todo sin que nada cambie realmente. ¿Se satisfacerá con ello la juventud priísta y la nacional que también busca una oportunidad? Aseguro que no, no pueden recibir con pasividad un desengaño más.
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